Hoy, a mitad de la Semana Santa, recordamos el aniversario de la muerte del Padre Damián en Molokai. Una vida entregada al completo por los demás, que fue caminando hacia la cruz al acercarse a tocar, a sentir, a oler, a construir… con las personas leprosas abandonadas en Molokai. Él no se echó atrás (¡pudo hacerlo en muchas ocasiones!), y encontró en la Eucaristía la fuerza para seguir hacia delante dándose a quienes le necesitaban.
Gracias Damián por tu ejemplo y por cómo nos sigues inspirando.
«Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso.» (Is 49, Primera Lectura de hoy)