«Si quieres, puedes limpiarme»

«En aquel tiempo, se acercó a Jesús un leproso, suplicándole de rodillas: -«Si quieres, puedes limpiarme.» Sintiendo lástima, extendió la mano y lo tocó, diciendo: -«Quiero: queda limpio.» La lepra se le quitó inmediatamente, y quedó limpio.»

Siempre que leo este pasaje del Evangelio me llama la atención la manera en la que la persona leprosa se dirige a Jesús: «Si quieres, puedes limpiarme». No es que le dé igual que Jesús lo haga o no, porque el texto nos dice que lo hace «suplicándole de rodillas», pero su necesidad no pasa por encima de lo que Jesús quiera hacer. Esto me hace preguntarme de qué modo podemos llegar a suplicar a Dios, a pedirle cosas que necesitamos para nuestra vida, pero a veces sin tener en cuenta que Dios es alguien a quien tenemos delante, alguien que tiene un «querer» sobre nosotros, alguien con quien hablar de lo que nos preocupa, lo que nos duele, nos daña… no algo a lo que exigir una respuesta.

Me pregunto si ya la sobresabida respuesta de Jesús (que claro que nos quiere «limpiar») puede hacernos perder esa conversación con Dios, este decirle «yo quiero, lo necesito, pero… ¿tú qué ves? ¿quieres?»