Él acompaña

camino2Cada vez estoy más convencida de que el acompañamiento es uno de los dones más grandes que tiene la Iglesia (aunque no muchas veces lo nombremos como tal), y no me extraña que sea así teniendo al gran maestro del acompañar que fue Jesús. Esto me lo recuerdan los distintos evangelios de las apariciones del resucitado que venimos leyendo estos domingos, ¡qué capacidad tiene Jesús para entender las dudas, la alegría, la perplejidad que tienen los discípulos! Y así poder darles la palabra indicada, “no temáis”, “soy yo”, “aquí tienes”, “paz a vosotros”…

Las palabras de Jesús resucitado son la síntesis de toda una vida de acompañamiento a personas que quería de verdad. La llamada al seguimiento que le hace a cada uno de los discípulos -que nos hace a cada uno de nosotros- no es sólo desde nuestra perspectiva para ir “tras Él” siguiendo sus huellas, sino un paso que da él hacia la persona porque quiere acompañarla. Nuestro sí siempre va precedido de su invitación, de su querer caminar junto a nosotros acompañando nuestra vida.

Dios acompañó al pueblo de Israel a lo largo de su historia, de sus fidelidades y batallas. Fue para ellos salvador, misericordia, padre, madre, creador, libertador… pero Dios no quedó ahí y quiso mostrarnos desde dentro de nuestra propia historia cómo quiere involucrarse y acompañar nuestra vida. Lo hace en nuestros momentos cotidianos, en nuestras tareas de cada día, en el lago y en la barca, partiendo de la realidad que tenemos. Nos entiende bien, porque él también sabe qué es estar alegre, preocupado, con éxito, con dolor, y nos habla de manera que se hace entender, no desde arriba, sino al lado. No busca respuestas perfectas, sino verdaderas “Y tú, ¿quién dices que soy yo?”, e invita a estar con Él, a seguirle libremente, desde lo que Él es: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”.

Sabe que lo importante se fragua en las cosas pequeñas y también en las profundas, en Él hay momentos de grandes discursos, de silencios o de pocas palabras. Sabe hablar, y sabe escuchar. Conoce la importancia de sanar las heridas y las parálisis, pero sabe también que es la propia persona la que tiene que ponerse de pie, coger su camilla y andar. Y sobre todo, envía, lanza, impulsa, nunca retiene. Los lanza de dos en dos a que vivan lo que su corazón tiene, sin sustituirlos… Sabe amar sin quedarse para siempre: me voy, pero estoy con vosotros.

Creo que la clave de Jesús, como toda su vida, es simple, pero absolutamente profunda: acompaña en la oración, porque ora. Acompaña en el amor, porque ama. Acompaña en el dolor, porque sufre. Acompaña en el camino, porque anda. Ojalá que nos dejemos acompañar por Él y acompañemos vidas desde y en Él.