La entrega de Enriqueta Aymer

Celebramos hoy la fiesta de la Buena Madre, Enriqueta Aymer, que junto con el Buen Padre fundó la Congregación de los Sagrados Corazones. Es mucho lo que ella nos ha dejado en herencia: una espiritualidad profunda, que invita siempre a centrar la mirada en Dios, a profundizar en los sentimientos de los corazones de Jesús y de María, a sentir el dolor del mundo y así implicarnos a fondo, gastando la propia vida, poco a poco, como un cirio; y nos deja también una espiritualidad de la sencillez, del cuidado de la fraternidad, de la cordialidad para con todos.

Este año esta fiesta está rodeada de la festividad de Cristo Rey que celebrábamos ayer, y del evangelio de la viuda pobre que nos acompaña hoy. Ambos iluminan la vida de la Buena Madre. Ella no nació en un contexto pobre, al contrario, la seguridad y la estabilidad de la nobleza reinaban en su vida, y aunque llegó la Revolución Francesa tambaleando el sistema, ella podría haber seguido optando por la vida cómoda y superficial que la rodeaba, pero no fue así. El tiempo que estuvo en la cárcel la cambió, y desde su salida ya nada fue lo mismo, sus horas empezaron a gastarse delante del Santísimo en adoración… un nuevo “reinado” entró en su vida, el del Buen Dios. Un Dios que le abrió su Corazón y le dijo “ven”, y al que la Buena Madre no quiso ni pudo resistirse, al contrario, a Él decidió entregar “todo lo que tenía para vivir”. No le importó el riesgo del momento social a la hora de fundar un nuevo grupo religioso, ni le coartaron las opiniones de los más cercanos, ni escatimó a la hora de usar su herencia para poder hacer concreta la llamada de Dios, porque Dios quería una orden destinada a adorar su Corazón, eso lo había escuchado ella, y nada la detuvo a la hora de llevarlo a cabo. Doscientos años más tarde esto parecen heroicidades que podemos leer muy superficialmente, pero en el fondo hoy el evangelio nos recuerda que Enriqueta entregó a Dios todo lo que tenía para vivir; lo arriesgó todo, podía haber perdido todo, pero confiando en Dios, ganó. Quizás por eso no dejó de recordarnos: “todo a Dios, sólo por Él”

Celebremos hoy la vida de la Buena Madre mirando profundamente que Dios se hizo Señor y “rey” de la vida de Enriqueta, y ahí encontró ella toda su fortaleza, de manera que confiadamente echó sus dos monedas, su vida entera, al Corazón de Jesús, a cuyo servicio quiso vivir y morir.

Feliz día a todos.

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