Tener los mismos sentimientos y actitudes de Jesús

Comienzo esta reflexión reflejando un texto que Benedicto XVI escribe en su libro La infancia de Jesús, lectura que estos días ilumina mi oración y profundización de este misterio que celebramos: el nacimiento de nuestro Señor.

Escojo este párrafo y no otro, porque vengo de una tradición familiar en la que se celebra con mucha fuerza el nacimiento del Niño Dios, y en esta tradición se ensalzan y se cantan las palabras entonadas por los ángeles, que recuerdan a todo un pueblo que ha llegado la salvación. Pero, junto con Benedicto XVI, me hacía la pregunta siguiente: ¿quiénes son los hombres de buena voluntad, quiénes son los agraciados? ¿Dios hace exclusivos a unos pocos? Preguntas que toman fuerza en mi vida, porque también resuena en mí la predilección que nuestro Señor tiene por los excluidos y empobrecidos, y no entendía cómo se casa esto con un mensaje como el que los ángeles nos regalan. ¿A quién va dirigido? ¿Cómo tenemos que anunciar este mensaje a los que se nos confía esta Gracia, al ser una Congregación de vida apostólica? ¿Qué hace que nosotros merezcamos dicha confianza? Os dejo el texto y ahora sigo:

“¿Qué es lo que han cantado los ángeles, según la narración de san Lucas? Ellos ponen en relación la gloria de Dios «en el cielo» con la paz de los hombres «en la tierra». La Iglesia ha retomado estas palabras y ha compuesto con ellas todo un himno. En los detalles, sin embargo, la traducción de las palabras del ángel es controvertida.

El texto latino que nos es familiar se traducía hasta hace poco de la siguiente manera: «Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.» Esta traducción es rechazada por los exegetas modernos —con buenas razones— en cuanto unilateralmente moralizante. La «gloria de Dios» no es algo que los hombres puedan suscitar («sea dada gloria a Dios»). La «gloria» de Dios ya existe, Dios es glorioso, y esto es verdaderamente un motivo de alegría: existe la verdad, existe el bien, existe la belleza. Estas realidades existen —en Dios— de modo indestructible.

Más relevante es la diferencia en la traducción de la segunda parte de las palabras del ángel. Lo que hasta hace poco se traducía como «hombres de buena voluntad», ahora se expresa de esta manera en la traducción de la Conferencia Episcopal Alemana: «Menschen seiner Gnade», hombres de su gracia. En la traducción de la Conferencia Episcopal Italiana se habla de «uomini che egli ama», hombres que él ama. Ahora bien, nos preguntamos entonces: ¿Quiénes son los hombres que Dios ama? ¿Hay también algunos a los que tal vez no ama? ¿Acaso no ama a todos como criaturas suyas? ¿Qué quiere decir por tanto la añadidura: «que Dios ama»? También puede hacerse una pregunta similar respecto a la traducción alemana. ¿Quiénes son los «hombres de su gracia»? ¿Hay personas que no son de su gracia? Y si es así, ¿por qué razón? La traducción literal del texto original griego suena así: paz a los «hombres de [su] complacencia». También aquí queda naturalmente pendiente la pregunta: ¿Quiénes son los hombres en los que Dios se complace? Y ¿por qué?

Pues bien, en el Nuevo Testamento encontramos una ayuda para comprender este problema. En la narración del bautismo de Jesús, Lucas nos dice que, mientras Jesús estaba orando, se abrieron los cielos y desde allí vino una voz que decía: «Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco» (Lc 3,22). El hombre en que se complace es Jesús. Lo es porque vive totalmente orientado al Padre, vive con la mirada fija en él y en comunión de voluntad con él. Las personas de la complacencia son por tanto aquellas que tienen la actitud del Hijo, personas configuradas con Cristo.»

Se me han ido las dudas a mis preguntas, ¡la coherencia de nuestro Señor es admirable! Efectivamente, los ángeles ya nos ponen en el camino del seguimiento y nos anuncian que no participaremos de nada distinto de lo que participó Jesús. Y que cada Navidad, ante este Niño pequeño, tenemos la oportunidad de renovar nuestra fe, pero también nuestro seguimiento pidiendo la Gracia para vivir orientados, y con la mirada fija en nuestro Padre Dios como lo hará Jesús. Por tanto, se nos invita a pedir la Gracia de vivir configurados con Cristo.

En el año en que se celebran el aniversario de nuestras constituciones ss.cc., me sale agradecer la inspiración de nuestra espiritualidad, porque en el texto de nuestras constituciones decimos: “tener los mismos sentimientos y actitudes de Jesús”. Y esto nos urge al silencio contemplativo para cultivar estos sentimientos y actitudes, primero en relación a nuestro Padre Dios, para como Jesús, posteriormente sabernos mover por el mundo entregando la vida con y como Él. Efectivamente, una vez más, el coro de los ángeles me indica que en el canto está el mensaje que alimenta no sólo una vez, sino cada ocasión más hondo y más adentro para salir con mayor fuerza y convencimiento. Todo hombre de esta tierra puede participar de la oportunidad de abandonar su vida a la confianza en Dios, todo hombre puede vivir orientando toda su existencia a la relación con Dios. En Jesús quedamos todos hermanados y Jesús es el camino. Esta es la Gran Alegría, que no podemos guardar en nuestra mediocridad de vida, sino salir a los caminos y no dejar de estar en nuestras presencias anunciando que nos ha nacido un Salvador, el Mesías, el Señor.

Agradecida una vez más a este coro de ángeles que entona que nos ha nacido el Salvador, y a este Dios bueno, que sabe qué lenguaje utilizar para que nuestros corazones queden presos por su Amor y su modo de vivir. Honor y Gloria a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, unidos en el camino de Belén a Nazaret y sin separarse en el camino hacia Jerusalén.

(Imagen de cabecera: J. Kirk Richards)