¿Solo un curso más?

Enfrentarse a los comienzos no siempre es fácil; nos puede la pereza, añoramos el tiempo de vacaciones, empezamos a llenar las agendas con mil reuniones, eventos, ocupaciones, trabajos que presentar… quizás hayamos cambiado de trabajo, de vivienda, de ciudad, y encima tengamos que ponernos ante todo lo nuevo, con el vértigo que eso da… No nos extrañe que muchos hablen ante esto de “crisis post vacacional” ¡Y quien no entraría en crisis ante esta perspectiva, más aún cuando encima comienza a hacer frio!

También el Señor sabe de estas “cuestas arriba” por las que a veces atravesamos… y su palabra en este domingo no pretende sino decirnos: tranquilo, párate… sé que tienes mucho en lo que trabajar, pero hazlo conmigo, no quieras andar solo, que te vas a quemar rápido…

“Venid vosotros también a mi viña”… dice el evangelio. Si, ya sé que tenéis muchas cosas, y no os pido que las dejéis, pero sí os pido que las hagáis… desde mi viña. Desde ese lugar donde la vida “tiene sentido”, donde “se ve y se oye” de forma distinta. Es tal el deseo de Dios por que contemos con Él, que le da igual “la hora” a la que nos enteremos de que nos está llamando, siempre tendremos las puertas abiertas, y un lugar donde sentirnos útiles…

¿Os imagináis si, en este comienzo de curso pudiésemos parar un momento y decir: “A ver Señor, cómo puedo participar de lo tuyo en este año?”

“mis planes no son vuestros planes,
mis caminos no son vuestros caminos…”

Eso es decir sí, entrar en la viña, disponerse a trabajar… sin grandes heroicidades, desde lo pequeño y lo de cada día. Entrar en la viña es tener tiempo para mirar al otro como Dios lo mira; es buscar los últimos lugares, porque no necesito el reconocimiento de otros; entrar en la viña es hacer con sentido lo que tengo entre manos, es buscar el bien del otro; entrar en la viña es desear hacer algo porque este mundo sea un poquito más humano y habitable. Y no necesitamos grandes cosas, lo cotidiano, vivido con sentido, vivido desde ese ¿qué quieres que haga por ti? puede hacer que lo ordinario se vuelva extraordinario ¿Cómo puedo hacer que se te vea un poquito más en el mundo, Señor? Eso es entrar en la viña…

Parece que Dios se nos adelanta, pues antes incluso de que hayamos formulado cualquier pregunta, Él nos responde bien claro en la segunda lectura de boca de Pablo: “Lo importante es que vosotros llevéis una vida digna del Evangelio de Cristo.”

En medio del cansancio, de los ajetreos propios de esta época… el Señor sigue saliendo a nuestro encuentro; “Hazlo, pero conmigo, y poco a poco déjate guiar; disfruta de esto que estás haciendo; no te olvides que trabajar conmigo implica fijarse en lo que necesitan los más pequeños… Disfruta de soñar, buscar y estar con otros… ¡aquí hay sitio para todos! Pero ¡cuidado si salta la alarma de las envidias, las comparaciones o los celos! “Quiero darle a este igual que a ti… ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?”

Cuando uno comienza a hacer hueco dentro y vive con un motivo, cuando es feliz con aquello que tiene entre manos, y cuando entiende que verdaderamente los primero son los últimos (que yo mismo, que soy el ultimo tantas veces y cometo tantas torpezas, soy el primero para Dios)… es cuando empezamos a desear que otros vengan, da igual la hora. “Señor, quiero ir contigo a buscar obreros para tu reino”. Ojalá que este pueda llegar a ser nuestro deseo más profundo este tiempo. Será signo de que vamos disfrutando no por lo que hacemos, sino por estar haciéndolo con Él, y que deseamos que este modo suyo de hacer las cosas se extienda y multiplique.