Somos con otros – Niños encarcelados

Os ofrecemos el segundo artículo de nuestra sección «Somos con otros». Ojalá nos sirva para seguir abriendo el corazón a tantas realidades que se viven en nuestro gran mundo. No podemos abarcarlo todo, pero hagamos el ejercicio de acercarnos, en lo pequeño, a todo lo posible.

NIÑOS ENCARCELADOS

Tienen de 0 a 3 años. Sus madres están en la cárcel y ellos nacen o son trasladados en estas edades a una prisión. A veces han sido manipulados en el hecho de nacer para obtener ciertas ventajas en esa situación tan desesperante. Otras veces son motivo de chantajes, coacciones… por parte de funcionarios o compañeras de sus madres. Uno de los grandes miedos de sus madres es que se los quiten. Es algo con lo que viven verdaderas pesadillas.

La cárcel no sólo priva de libertad de movimiento, priva del derecho a tener intimidad, autonomía para cosas tan elementales como encender o apagar una luz, manejar el propio dinero, educar de determinada manera a sus propios hijos. La soledad experimentada llega a ser muy fuerte. Las cartas, teléfonos, visitas… está todo controlado.

Esta situación, aunque hay funcionarios verdaderamente competentes y humanos, las pone en un estado de ansiedad, de inseguridad y tristeza a veces muy grande. Viven la sensación de que sus hijos son “propiedad del estado”. La mayor parte de las veces la madre está sola y tiene que demostrar muy a menudo su capacidad de sacar adelante a su hijo. A ninguna madre en situación normal le hacen pruebas de su capacidad para serlo. Pero las madres de la cárcel viven esa constante humillación de tener que “agradar”, estar a la altura, saber la respuesta o silencio adecuado en cada momento. Peligran los puntos y, con ello, los permisos para ellas y sus hijos.

Estos niños son castigados por sus circunstancias a una carencia constante de estimulaciones apropiadas para su desarrollo. Cuando salen a la calle les da miedo tanta gente, se marean (como sus madres) en el coche por falta de costumbre. Todo les es extraño.

La cárcel hace un daño muchas veces desproporcionado al delito cometido. La cárcel, difícilmente regenera, reconcilia, repara tanta grieta abierta en las personas.

Quien se acerca a esta realidad, entiende por qué la Biblia en el AT y NT está llena de llamadas al acercamiento y justicia con los encarcelados. Y eso, que en ningún texto se piensa que un bebé pueda ser uno de ellos.

Ésta realidad está cerca de nosotros.