Lo débil de Dios, es más fuerte que los hombres

Eso es lo que predicamos, dice Pablo en la segunda lectura. Un mensaje que es escándalo para unos y necedad para otros, un mensaje que algunos dicen esta pasado de moda, otros que no entienden y a la mayoría… le da exactamente igual.

Pero se sigue repitiendo la palabra: “Dios es más fuerte que los hombres”, o si queréis, “con Dios vuestra debilidad se volverá fortaleza, tendréis vida en abundancia”.

Contextualicemos el evangelio. Jesús acaba de llegar a Jerusalén; después de un camino difícil, donde sabe (o más bien intuye) que la cosa puede acabar mal para él, monta esta escena en el templo (en la que coinciden los cuatro evangelistas, es decir que lo que allí paso fue importante). ¿Por qué esa necesidad de Jesús de causar tanto escándalo? ¿Por qué el enfado? Quizás intuye que se le está acabando el tiempo, quizás le urge que alguien entienda a dónde quiere llegar… A lo largo de su vida, lo único que ha tenido Jesús son sus palabras y sus obras para mostrar quien es y en qué consiste el Reino. De nuevo aquí, palabras y obras hasta las últimas consecuencias.

Serán palabras, pero sobre todo obras lo que hará unos días después camino del Gólgota, a las afueras de Jerusalén, cargando con la cruz… ¿No veis que os habéis acostumbrado a un Dios que se contenta con palomas y ovejas? ¿No veis a vuestros hermanos tirados en los caminos pidiendo que alguien (que algún buen samaritano), los socorra? ¿No veis que la única manera de vivir, es dando la vida por los demás?

Palabras y obras, continuamente… Sobre la importancia de no comerciar con Dios, de no “chantajearle” ni hacer tratos de “te doy para que me des”… ante esos tratos, que a menudo buscamos inconscientemente, la respuesta es: “no conviertas en un mercado la fe que se te ha regalado”. A lo que podríamos replicar: “Si claro, como si fuera tan fácil esto de creer en ti, encima ahora que ni te oigo ni te veo… si al menos tengo algo para ver y tocar, se hace más fácil…

Y una voz vuelve a susurrar: “Fíate de mis modos, y en tres días, te levantaré”.

Pero en tres días… lo que ocurrió es que Jesús estaba caminando hacia la cruz. ¿Qué decepción, no? Que sinsentido… Pero recuerda, “palabras y obras”… En ese camino hasta el Calvario, en ese viacrucis del propio Cristo, parece que Él sigue empeñado en hacerse entender a través de sus obras…. Sigue caminando, parece que contra toda lógica, nos dice: “no vas a comerciar conmigo, pero voy a cargar la cruz que tanto te pesa contigo, porque ya lo hice una vez, y lo volveré a hacer cada vez que me lo pidas”.

La lógica de Dios va por otro lado. A veces pedimos quitarnos la cruz, que Dios nos la trasforme, queremos obviar la realidad que vivimos, que todo nos vaya bien, pero sabemos que la vida no es así. Jesús lo sabe y su respuesta, es “cargad…” Cargad sin dejar que os ahogue, porque os aseguro que no vais solos “la carga, conmigo, se hace ligera”.

Él cargó con su cruz, nosotros estamos invitados en esta cuaresma a aceptar nuestra vida en lo que es, sabiendo que vamos de su mano; invitados a hacer nuestro propio viacrucis, sabiendo que hay caídas, que nos escupirán y nos insultarán por el camino, que habrá muchas trabas… pero también sabiendo “que en tres días, él prometió volver a levantar los templos que somos”. Tenemos ventaja, sabemos cómo termina esta historia, sabemos que a los tres días, resucitó, que al final hay vida, hay esperanza, por profundos que parezcan nuestros baches en el camino.

Un hombre herido y maltratado camina hacia la cruz. Sobre él lleva el peso de muchos, las penas de muchos, la incomprensión, la soledad, el abandono… camina hacia la cruz un hombre débil, agotado, aplastado… un hombre que ha fracasado.

Algunos, nos exigirán signos que confirmen aquello en lo que creemos, otros buscaran sabiduría, pidiendo razones científicas que les convenzan. Pero nosotros, solo tenemos a un hombre que camina… a un crucificado; un hombre que es escándalo para unos, necedad para otros, pero los que han experimentado la fuerza y sabiduría de Dios, como dice Pablo, saben que ese hombre solo, cansado y aparentemente fracasado, representa una necedad que es más sabia que los hombres, representa “lo débil de Dios”, que es más fuerte que los hombres, saben que la última palabra no está dicha, que aún hay más….
Si aún necesitas más, espera al tercer día…