Ha llegado la hora

Ha llegado la hora” dice el evangelio, señal de que la cosa es inminente. Y precisamente porque ha llegado la hora, Jesús no se anda con rodeos y es bien claro:

“Si el grano de trigo no muere, no da fruto…
…el que se ama a sí mismo se pierde; el que entrega su vida la salva
…el que quiera servirme, el que quiera estar conmigo y ser mi amigo, que me siga, y yo estaré con él siempre…”

Parece como si Jesús, que sabe que se le acaba el tiempo de estar con los suyos, ya no se andara con chiquitas. No más comparaciones ni parábolas… En los últimos momentos es muy claro, va a lo esencial. Esta forma de hablar no puede resultarnos extraña. Cuántas veces, al despedirnos de aquellos a los que queremos, sabiendo que tenemos poco tiempo para decir algo, vamos a lo esencial, a lo que no queremos que el otro olvide… que cuando nos recuerde, recuerde esas últimas palabras dichas a veces con urgencia, pero sin duda las más verdaderas que hemos pronunciado… Es lo mismo que hace Jesús, va a lo esencial, porque para él, esto es muy importante.

Él va a iniciar el camino de la pasión. Ya casi no hablará en el evangelio. Está todo dicho. Hablará su cuerpo, dejándose flagelar, callando ante los poderes públicos, cargando con su cruz (nuestra cruz…), cayendo por el camino y volviendo a levantarse… Sus obras confirmarán estas palabras: para dar fruto, hay que olvidarse de uno mismo. Leí hace poco unas palabras de Benedicto XVI que me gustaría rescatar hoy:

«La gente piensa con frecuencia que está amando cuando en realidad tiende a poseer al otro o a manipularlo.[… ] El amor no es sólo una palabra o un sentimiento, es el comportamiento de quien, respondiendo al amor de Dios, plantea su propia vida como don de sí mismo a Dios y al prójimo»

Creo que son muy acertadas para nuestra reflexión de hoy… ¿qué entiendo yo por amor? ¿Se asemeja en algo al que este nazareno realiza en el camino hacia la cruz? ¿mi amor es gratuito? ¿ante quién sí y ante quién no? Las palabras del evangelio de hoy vuelven a sacudirnos en este final de cuaresma, y vuelven a ponernos sobre la pista del reino. “Quien quiera ser grande, que sea el servidor de todos”, porque no encontraremos felicidad ni respuestas mirándonos el ombligo. Pero eso… cada uno tiene que experimentarlo. Las palabras por sí solas no convencen, es en los gestos pequeños y cotidianos donde nos la jugamos.

Un último apunte… esto no es fácil.

La lectura de hebreos dice que “Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas, presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte…” A Jesús le costó, claro que le costó, por eso sabe lo difícil que puede resultar también para nosotros optar por esta forma de amar. Pero Él no caminó solo, pidió ayuda al Padre. Y Hebreos no se queda ahí, sino que sigue diciendo: “… cuando en su angustia fue escuchado.

¿El autor de la carta a los hebreos está hablando de la misma historia que yo conozco? Porque en la que yo conozco Jesús acabó muerto… Obviamente sí, es la misma historia. Y es un testimonio precioso de qué pasó después. Las primeras comunidades no cuentan “y todo se acabó ahí” o “nos pareció bonito su mensaje y por eso os lo contamos”… no. Los discípulos experimentaron de alguna manera la resurrección, es decir que el amor había ganado la batalla. Sintieron que Jesús seguía entre ellos, alentándolos en la misión, y haciendo verdad esas palabras que dijo en el evangelio y que en su momento no entendieron (y salieron huyendo…). El grano de trigo tenía que morir para dar vida, y ellos solo se dieron cuenta después, cuando vieron aparecer el brote.

Y se ha convertido para todos los que le obedecen en autor de salvación eterna”, termina la carta. Es decir hay Vida y sentido detrás de las palabras de Cristo, y quien se atreve a vivir como Él plantea, experimenta que su vida “se salva”.

Las palabras de Jesús en este domingo previo al comienzo de la pascua nos hacen quedar callados ante el amor tan grande que nos tiene. Párate un momento a pensar: ¿Qué serías capaz de hacer por la persona a la que más amas?

Ahí puedes entender un poco el amor de Dios por la humanidad… hasta dar la vida. Y puedes entender la preocupación tan grande de Jesús por dejarnos un “testamento”, unas últimas palabras que sean luz y guía en este tiempo a veces tan difícil, donde muchos se quedan solo en el “Dios ha muerto”.
Quizás este sea tiempo también de dar gracias a aquellos que nos aman siempre, incondicionalmente.
¡Feliz Semana Santa!