Quiero consumirme como un cirio

Es difícil encontrar palabras cuando se trata de expresar una entrega que compromete toda la vida, que implica a toda la persona…

Posiblemente si nos preguntan qué es lo que queremos o deseamos para nuestra vida, mas que consumirnos, diríamos algo así como consumir: aprovechar bien el tiempo, cada segundo, conocer gentes y lugares, tener experiencias, sentir, probar, vivirlo todo con intensidad…

Todo esto está muy bien y sin embargo, si nos paramos un poco y nos fijamos bien, consumir nos lleva a no estar nunca satisfechos. Como si tuviéramos que andar siempre como el caballo detrás de la zanahoria… ¿ahora que toca? ¿qué más me falta? ¿próximo objetivo?

Normalmente vivimos con demasiadas prisas, siempre haciendo algo aunque no sepamos realmente ni el por qué ni el para qué. Nos cuesta conectar con nuestro interior y descubrir los verdaderos motivos por los que vivimos de una manera y no de otra.

Tal vez haya quien, en su respuesta, desee, mas que consumir, permanecer. Retener para siempre lo alcanzado en algún momento: la juventud, las relaciones, la salud, el trabajo, los amigos, la familia…

Si esto es lo que en el fondo mueve nuestra existencia y condiciona nuestra felicidad, estamos abocados a vivir siempre frustrados, y sufrir una decepción tras otra.

 

Hay gente, como Enriqueta Aymer, que descubrió algo grande. Algo que cambió radicalmente su vida y la llevó a comprometerse con todo su ser desde este deseo: “consumirse como un cirio”.

Son las palabras con las que expresó que el sentido de su vida, su felicidad más plena, estaba en la entrega a Dios y a los demás. Una entrega silenciosa, sin muchos ruidos, -como un cirio- pero fecunda porque ilumina alrededor.

Con esta frase Enriqueta Aymer pronunciaba su mayor querer, expresaba sus votos, con la alegría honda de haber encontrado sentido pleno a su existencia.

Una entrega continua y constante, hasta que toda la existencia se haga luz y calor, siendo totalmente de Dios.