Esconder para anunciar

Celebramos el próximo día 23 a nuestra fundadora Enriqueta Aymer, la Buena Madre, como nosotros la llamamos. Este año hemos escogido el lema «Esconder para anunciar» para poder profundizar en su persona de modo que nos cuestione, nos sugiera, nos haga preguntas y nos anime a nosotros también a ANUNCIAR. Sólo lo valioso se esconde, se cuida, se protege, y en nuestras manos está si lo escondido se queda atrapado dentro de nosotros o si nos arriesgamos a sacarlo para anunciar y dar luz.

Lo primero que «escondió» la Buena Madre fue a sacerdotes perseguidos en el contexto de la Francia revolucionaria. Ella arriesgó su condición de noble infringiendo la ley por la vida de aquellos que servían a Dios, y esto no fue sin consecuencias: junto con su madre fue enviada una temporada a la cárcel, lugar en el que se produjo su conversión y la entrega a Dios que marcaría su vida.

Esta etapa en la vida de la Buena Madre nos habla de arriesgarnos, de implicarnos, de ser fieles a aquello que creemos; quizás nosotros hoy en nuestro contexto no ponemos en peligro físico nuestra propia vida, como le sucedió a ella, pero sí tenemos siempre en nuestra mano el comprometernos más, no por el hecho de complicarnos la vida -la Buena Madre no buscó el peligro por sí mismo- sino por otros, por Dios que nos empuja por dentro a no ahorrarnos nuestra vida, a ser contraculturales y anunciar a otros el Evangelio.

II

Siguiendo con nuestro lema «Esconder para anunciar» de cara a adentrarnos en la figura de la Buena Madre, nos paramos en una dimensión más de su vida: la adoración. Un rasgo característico de la adoración de la Buena Madre fue la necesidad que tuvieron de esconder el Santísimo, de manera que en ningún momento pudiera descubrirse que rezaban, con el riesgo de ser sancionadas si esto salía a la luz.

Detenernos ante esta experiencia de la Buena Madre nos habla de cuidar lo importante, de no dejar que las circunstancias de nuestra vida nos alejen de Dios, de los ratos concretos ante Él, donde nos habla al corazón, donde nuestra vida se orienta y encuentra su descanso y su impulso. Que la Buena Madre acabara rezando en un salón-capilla donde el Santísimo quedaba escondido en la pared nos habla de la creatividad que nace cuando Dios toca el corazón, de la valentía, y de transformar las circunstancias cotidianas en lugar de encuentro con Él.

Sigamos dejando que la vida de la Buena Madre nos inspire estos días, para poder decir como ella «Todo por Dios».

III

Estamos ya en la semana de la fiesta de la Buena Madre, y por ello os invitamos a adentraros en una dimensión más de su vida y su historia. En la medida en que nos vamos introduciendo en sus escritos y en lo que otros cuentan sobre ella, descubrimos que era una persona especialmente reservada, alguien que guardaba con cuidado y prudencia mucha de la realidad que le rodeaba y que ella misma vivía; como María, podemos decir que “guardaba las cosas en el corazón”.

En primer lugar, su honda experiencia de Dios nos ha llegado por sus propios escritos, de los que sabemos que hizo un gran esfuerzo al escribirlos. Esta relación profunda parecía “esconderse” dentro de ella, pero su fidelidad a la Congregación, a la obra que Dios estaba creando a través de ella, la impulsó a anunciar la intimidad de un encuentro, para ser luz en el camino de los hermanos y hermanas.

Por otro lado, a lo largo de su experiencia como figura central dentro de la Congregación junto con el Buen Padre, vivió una gran variedad de situaciones, muchas de ellas de dificultad. Ella era testigo de las alegrías de un grupo que nace, pero también de los problemas: vivieron los momentos complicados que seguía atravesando la Iglesia de Francia, los aprietos económicos que formaban parte de la realidad cotidiana, la incertidumbre ante el futuro, la enfermedad y muerte de muchas hermanas, la debilidad en el seguimiento… No sabemos cuántas cosas llegaron al corazón de la Buena Madre, lo que sí sabemos es la prudencia con la que llevó todo ello; sólo en las cartas al Buen Padre y a su amiga Gabriel encontramos su preocupación, su temor y su agarrarse intenso a Dios. Hacia el resto, palabras de ánimo, de invitación a la confianza en Dios, claridad, decisión, siempre desde su humanidad… No eran dos personas diferentes, sino alguien que se sabe una debilidad fuerte, y que aprendió a cuidar a sus hermanas guardando mucho en el corazón.

“Ayúdanos Señor a guardarte
para darte.”

IV

En medio de un mundo y una sociedad que cada vez más nos llama a anunciarnos, promocionarnos y hacer pública toda nuestra vida… la figura de la Buena Madre nos invita hoy a ser selectivos: no anunciar todo a todos, sino aquello que por experiencia propia sabemos que da Vida y sentido. Y no hacerlo de cualquier manera, sino poniéndonos en juego, arriesgando, implicándonos, haciéndonos cargo de aquello que toca profundamente nuestra vida, y por eso lo anunciamos, lo transmitimos… ¡lo aportamos allá donde estemos!

Este “esconder para anunciar” de Enriqueta, nos remite también al Corazón de Dios, lugar donde sabemos que tenemos siempre sitio, espacio reservado donde sabernos amados por lo que somos, no por lo que hacemos o lo que tenemos. Un corazón que arde ante la necesidad, el sufrimiento, la injusticia, la indiferencia… y anuncia, traspasado con los traspasados, comprometido de forma radical, un Amor incondicional y eterno.

Celebremos hoy con Enriqueta su vida transformada profundamente por este Amor. Celebremos su entrega fiel y apasionada a Dios y a nuestro mundo. Celebremos este Amor que ella tan bien supo velar y revelar, custodiar y ofrecer, esconder y anunciar.