El cuenco de la Resurrección

cuencoEn la última prepascua hicimos una manualidad sobre la Resurrección. La metáfora que utilizamos fue muy sencilla, aunque a mí me ha dado mucho que pensar y que rezar. Hay que empezar hinchando un globo, ese globo representa a Jesús. Él también fue inflándose: sus discípulos, sus milagros, sus palabras, su oración, sus silencios y sus gestos fueron expandiendo su vida, llenando la realidad. Una vez el globo está hinchado vamos pegando primero una capa de papel de periódico con ayuda de la cola, quizás dos capas, para que quede más consistente, y por último una capa de confeti de colores para decorar. Nosotros somos esos papeles, los discípulos fueron esos papeles, la Iglesia es también ese confeti pegado. Como los discípulos nos hemos ido pegando a Jesús. Nos hemos adherido a él, a sus Palabras, a sus actitudes. Y hemos ido adquiriendo su forma. Sabiendo que necesitamos de las mediaciones, el pegamento, de la comunidad, los otros papeles. Su vida nos ha conquistado y deseamos mantenernos pegados a él para siempre. Esto requiere paciencia ir colocando los papeles uno a uno con cuidado. Que se queden bien unidos lleva su tiempo, como el camino de seguimiento. Una vez que hemos pegado todos los papeles, nos queda el tiempo de la espera, la incertidumbre, el no saber cuál será el resultado. El miedo a que cuando el globo se pinche toda la manualidad quede como un amasijo de papel y cola sin forma. Y no queda otra que esperar, con la duda y la presión del qué será… Y por fin llega el último paso, el paso crucial: romper el globo.

Una vez que el globo se pincha obtenemos un cuenco que ha tomado la forma del Globo. Efectivamente, como Jesús, el globo ha muerto, pero sigue presente dando forma al cuenco. Podemos decir que el globo se ha pinchado y sin embargo está. A la comunidad cristiana nos pasa lo mismo en Pascua: el Jesús al cual seguimos y nos adherimos sigue presente en nuestra vida, sigue dándonos la consistencia. Es más, ahora que tenemos un cuenco nos toca acoger objetos dentro de él, lo que entre en contacto con nosotros conocerá aquel que le dio forma a nuestro cuenco.

Esto me hace preguntarme ¿Qué forma transmitimos? ¿Los que se relacionan con nosotros reciben la forma de Jesús? ¿Qué es lo que da verdadera forma a nuestra vida? ¿Nos hemos impregnado de verdad con la forma de Jesús? ¿Cómo cuidar en esta pascua la relación con el Resucitado para que no nos deformemos?

En esta pascua deseo que todos los que entren en nuestros cuencos reciban la “forma” de aquel que pasó haciendo el bien. Ahora a lo largo de la pascua a llenar nuestros cuencos sabiendo quién sigue presente dándonos su forma. Y si alguien tiene tiempo, pues a hacer la manualidad que por cierto sale y queda muy bonita.