Cómo hablarte de tus hijos

refugiadosNo sé cómo empezar a contarte lo que ya sabes Señor… Cómo hablarte de tus hijos que sufren caminando de un lado a otro por esta tierra tuya y nuestra que no termina de acogerles… ¿Tanto miedo tenemos, tan cerrados vivimos? Y pienso en ti que conoces el corazón de cada uno de nosotros… Y en cómo nos regalas la tierra y la vida a riesgo de que te duela el corazón al ver cómo nos adueñamos de una y matamos la otra… En este momento en que está en juego nuestra propia humanidad, sobrecogida, vuelvo los ojos a tu corazón Dios encarnado.

A Ti, que hoy nos invitas más que nunca a no abandonarnos al pesimismo y la impotencia…
A Ti, porque en tu corazón nada se pierde y ninguna vida queda sin llorar…
Precisamente porque en Ti nada queda sin fecundar, y en la herida abierta de nuestro límite te haces presente de forma nueva, profunda, fecunda… y transformas nuestras fronteras bloqueadas en lugares de encuentro, y desde ahí nos haces emprender viajes, migraciones interiores que nos llevan a la humanidad y nos devuelven a caminos nuevos.

Por eso ahora, más que nunca, junto a nuestra lucha contra la injusticia, junto a nuestra voz y acciones se hace más importante aún que no dejemos de pedirte esta bendición especial:

Bendícenos con la inconformidad
frente a las respuestas fáciles, las medias verdades,
las relaciones superficiales,
para que seas capaz de profundizar dentro de tu corazón.

Bendícenos con la ira,
frente a la injusticia, la opresión y la explotación de la gente,
para que puedas trabajar por la justicia, la libertad y la paz.

Bendícenos con lágrimas,
para derramarlas por aquellos que sufren dolor,
rechazo, hambre y guerra,
para que seas capaz de extender tu mano, reconfortarlos
y convertir su dolor en alegría.

Y bendícenos con suficiente locura,
para creer que tú puedes hacer una diferencia en este mundo,
para que tú puedas hacer lo que otros proclaman que es imposible.