Llegando a Belén

maria y joseSe acerca el tiempo de Navidad. Los días de Adviento han pasado rápido… el mes de diciembre tiene esa capacidad extraña de hacerse largo en la espera de las fiestas y a la vez corto, porque de repente ya se ha acabado, y con él el año, y el primer trimestre del curso.

Esta imagen me resulta sugerente a la hora de recoger todo este tiempo, y me ayuda a terminar de preparar su venida. María está embarazada, llena de vida ¡Hay tanto de Dios que llevamos dentro! Tantas experiencias, personas, encuentros… Tantas palabras que Él nos va diciendo a lo largo de los días, aunque no las reconozcamos, tanto por lo que dar gracias… Y es algo que no se puede ir acumulando sin más dentro de nosotros, sino que necesita salir, compartirse con otros, y así dar luz y vida.

María sigue caminando… Va detrás de José, que la lleva de la mano. Pareciera que ella, con «tanto encima», se deja guiar y conducir por otros… Confía en que José, siempre callado y disponible, le busque un lugar seguro donde recibir al Dios que la habita, donde encontrar al que ella lleva dentro, donde el «heme aquí» se convierte en Encuentro definitivo. Nos puede ayudar pararnos y reconocer cuántas veces hay alguien delante de nosotros que nos ha guiado a lo largo de estos meses, que ha tenido la palabra o el gesto oportunos, que nos ha ayudado a ser más nosotros mismos, más de Dios, más para Él. Agradezcamos todas las veces que apostamos por confiar en otros, sabiendo que mi vida no acaba en mí, sino que se
completa con lo que los demás, si estamos atentos, nos ofrecen.

Y por último, hay claros y oscuros, percibo esperanza y cansancio, sosiego y urgencia. Porque nuestra vida es una mezcla de todo ello, y también lo es la Navidad. Que Dios habite la tierra no significó, ni entonces ni ahora, que todo se convirtiera en claridad absoluta, sino la huella definitiva de que su corazón es sólo entrega por y para nosotros, que su presencia no cesa, que estar acompañados por Él nos da una nueva luz…: incomprensible y segura.