Y tú ¿te has sentado en el sitio de Jesús?

El evangelio de este domingo tiene un peligro grande para el “cristiano medio”, y es pensar que esto no va con él; con mucha facilidad podemos pensar que esto es para que lo escuchen bien las “altas esferas”, o que estas palabras que hoy se nos dicen, las dijo Jesús a los judíos, y que nosotros estamos bien lejos de aquella interpretación de la ley.

Sin embargo… ¿podrían decir de nosotros hoy que “nos hemos sentado” en el sitio de Jesús? Yo personalmente conozco a alguno que al menos esto tendría que pensarlo bien antes de contestar. Catequistas, sacerdotes, profesores, religiosos y religiosas, el que hizo una vez un curso de Biblia, aquel al que le dieron unas charlas sobre acompañamiento, el que lleva muchos años en esto de la pastoral…. Todos corremos el peligro de “sentarnos en la cátedra de Moisés”, o mejor dicho, en la de Jesús, porque (¡cuántas veces!) hemos al menos pensando que si lo hiciéramos a nuestro modo, las cosas saldrían mucho mejor….

La advertencia de Jesús es clara: “haced lo que dicen, pero no hagáis lo que hacen, porque ellos no hacen lo que dicen”. Yo no sé vosotros, pero a mí me duele profundamente pensar que el propio Jesús pudiera hablar así de mi hoy. Y eso me lleva a preguntarme irremediablemente… ¿Cómo vivo los servicios o los cargos que otros me piden? ¿Me he dejado acomodar? Y no solo en “temas de fe”, sino en los estudios, el trabajo, la familia… ¿cómo me sitúo? ¿Como aquel que viene con autoridad, todo lo sabe y no necesita de nadie? ¿Me he acostumbrado a ser reconocid@, a medirme por los aplausos de otros, a aparentar “nosesabequé”? Me puede decir a mi hoy el Señor “¿no ves que te has sentado en mi sitio?”

Rectificar es de sabios, y dejarse mirar por Aquel que nos ama con locura más todavía. Os regalo una canción que a mí me regalaron hoy. Mientras la escucháis, quizás puedas dedicar cinco minutos a presentarle al Señor aquellas cosas que se te han ido pegando por el camino, en las que tu discurso ha sido uno y tus obras otras, aquellas de las que hoy, después de escuchar su Palabra no estás del todo orgulloso y pídele con el corazón:

“Señor, haz de mi instrumento de tu amor,
que no me crea poderoso, que no me pueda la vanidad, el reconocimiento,
que no crea que ya te conozco y lo sé todo…
que recuerde cada segundo que todo lo recibí de ti,
que la Vida me viene de ti, que Tú me salvaste cuando andaba perdido,
que a través de mi sigas obrando milagros en el mundo,
no permitas que yo te estorbe en la tarea”

Y no olvides, que la Palabra está viva, e igual que nos da una de cal, nos da otra de arena. No te acerques al evangelio hoy sin acordarte de pasar por la primera lectura, aquella en la que también se nos da las gracias, por no desesperar, por no claudicar, por seguir intentando llevar a Dios a otros, por acoger la novedad, la crítica, por sabernos pequeños…. Gracias, a cada uno, de parte de Dios, por todo lo que tú posibilitas de Reino a través de tu sí.

“Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros los creyentes.”