Semana 3 – 7 de mayo

Lunes 3 de mayo

Esta semana es la primera del mes de mayo, mes de homenaje y acción de gracias a la virgen María. Comenzamos poniéndonos en presencia del Señor, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

Vamos a rezar una oración de mucho arraigo en la tradición cristiana, el Magnificat, una oración que proclama la Virgen María.

Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humildad de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí. Su nombre es Santo y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo, dispersa a los soberbios de corazón. Derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. A los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos.

Auxilia a Israel su siervo, acordándose de su santa alianza según lo había prometido a nuestros padres en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo como era en un principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos.

REFLEXIÓN

María nos defiende en los peligros, se preocupa por nosotros, también cuando nosotros estamos atrapados por nuestras cosas y perdemos el sentido del camino. María siempre está, rezando por nosotros, rezando por quien no reza. Porque ella es nuestra Madre.

Martes 4 de mayo

Iniciamos este martes poniéndonos en presencia del Señor y lo hacemos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Dios cuida de nosotros, lo hace cada día, en cada casa, en cada momento. Leemos el salmo para cantar la grandeza de Dios:

ESCUCHAMOS EL SALMO 144 – Himno a la grandeza de Dios

“Te ensalzaré, Dios mío, mi Rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás.

Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.

Grande es el Señor, merece toda alabanza, es incalculable su grandeza;

una generación pondera tus obras a la otra, y le cuenta tus hazañas.

Alaban ellos la gloria de tu majestad, y yo repito tus maravillas;

El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad;

el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.

El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones.»

Mientras escuchas la esta canción, piensa en que Dios está contigo y te acompaña.

Miércoles 5 de mayo

Comenzamos este nuevo día dando gracias a nuestro Padre Dios, y nos ponemos en su presencia haciendo la señal de la cruz. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

ESCUCHAMOS LA PALABRA

Leemos este fragmento del evangelio según san Juan:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento que no da fruto en mí lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante.

Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará.

REFLEXIÓN

La vid es una planta especial, en ella la distinción entre el tronco y las ramas es más difícil de descubrir que en otras especies. Dios comparte su propia vida conmigo. Pero si yo me separo de ÉL, me separo del tronco, pierdo la savia, me seco y ya no doy fruto. Piensa ¿Qué es lo que mantiene viva una planta, capaz de dar frutos? Es la savia que la atraviesa. ¿Cuál es la savia que está presente en ti y te hace capaz de dar frutos?

Jueves 6 de mayo

Comenzamos la oración poniéndonos en presencia del Señor todos juntos. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

ESCUCHAMOS LA PALABRA

Leemos un fragmento de los Hechos de los apóstoles:

En aquellos días, después de una larga discusión, se levantó Pedro y dijo a los apóstoles y a los presbíteros: «Hermanos, vosotros sabéis que, desde los primeros días, Dios me escogió entre vosotros para que los gentiles oyeran de mi boca la palabra del Evangelio, y creyeran. Y Dios, que penetra los corazones, ha dado testimonio a favor de ellos dándoles el Espíritu Santo igual que a nosotros. No hizo distinción entre ellos y nosotros, pues ha purificado sus corazones con la fe. ¿Por qué, pues, ahora intentáis tentar a Dios, queriendo poner sobre el cuello de esos discípulos un yugo que ni nosotros ni nuestros padres hemos podido soportar? No; creemos que lo mismo ellos que nosotros nos salvamos por la gracia del Señor Jesús». Toda la asamblea hizo silencio para escuchar a Bernabé y Pablo, que les contaron los signos y prodigios que Dios había hecho por medio de ellos entre los gentiles.

REFLEXIONAMOS

La lectura de hoy nos cuenta cómo en el Concilio de Jerusalén, los apóstoles decidieron que la Iglesia debía abrirse a todos sin distinción alguna. Se sirve a todos de la misma manera: por medio de Jesucristo, Dios ama a todos indistintamente. Esta decisión del Concilio debió ser un reto tremendo para los judíos, que consideraban a los paganos como impuros y extraños.

Nosotros hoy, ¿estamos realmente abiertos a todos? ¿Distinguimos por color, procedencia o clase social? ¿Discriminamos a los pobres, a quienes visten diferente, a quienes tienen gustos musicales diferentes, ideas diferentes? ¿Cuáles son las cosas realmente importantes de mí y de los demás? ¿Qué es lo que realmente hace que vivamos y permanezcamos en el amor de Cristo?

Rezamos un Padrenuestro

Viernes 7 de mayo

Cuando llega ya el final de la semana, hacemos agradecidos un momento de oración en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

ESCUCHAMOS LA PALABRA

Lectura del santo evangelio según san Juan:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Este es mí mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

Vosotros sois mis amigos si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer.

No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca.

De modo que lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros».

 

REFLEXIONAMOS

“Amaos unos a otros”. Estas palabras de Jesús nos resultan difíciles. Es relativamente fácil amar a Dios, aunque nos parece que está lejos, al menos pensamos que es fácil amarle. Pero se nos antoja muy difícil amar a todos y cada uno de nuestros hermanos, a todos sin excepción, incluso a …, o a … Es tan complicado. Y hasta nos parece que amarlos como el Señor nos ama, con el mismo amor que se olvida de sí mismo y se sacrifica, es mucho exigir.

Pero es que el amor basta por sí solo, no necesita más. Amar es seguir el ejemplo de Jesús. Esta no es una carga, ni una tarea imposible, sino una invitación a la plenitud del amor y vida que Jesús vivió.

Pidamos la gracia de comprender mejor cómo amaba Jesús, para que nuestro amor pueda ser imitación del suyo.