Id al mundo entero (16-may)

El año litúrgico va recorriendo la vida de Jesús. Este recuerdo, entre otros objetivos, pretende que nosotros, como discípulos suyos, hagamos el camino del discipulado, como hicieron los primeros seguidores de Jesús. Cada año podemos así ir profundizando en ese seguimiento.

En este domingo celebramos la fiesta de la Ascensión. En ella se pone muy de manifiesto ese recorrido que estamos llamados a hacer con Jesús. Pues, la propia imagen de la Ascensión nos invita al movimiento.

En Navidad celebramos el nacimiento de Jesús, es decir, que el Hijo de Dios se hace hombre. Celebramos que nace en una familia humilde y sencilla, incluso, en condiciones complicadas, como nos narran los Evangelios. Durante la vida pública, podemos decir, que recordamos y celebramos ese movimiento de descenso que supone la Encarnación. Jesús recorre los caminos y se agacha para coger de la mano y levantar a pecadores, enfermos, marginados…. Se agacha para lavar los pies de sus discípulos en la última cena. Su abajamiento llega hasta morir crucificado fuera (excluido, apartado, marginado, derrotado…) de Jerusalén. Pero, su historia no acaba ahí. Dios lo levanta de entre los muertos y lo resucita. En la Ascensión celebramos que ese, que se ha levantado de una manera nueva y venciendo a la muerte, está sentado a la derecha del Padre. El Hijo de Dios no está sentado solo (si se puede usar esta palabra), también está invitada a sentarse la humanidad. Aquel que bajo a lo humano, asciende con lo humano. Une lo divino con lo humano, abre la comunión entre Dios y los hombres.

Y hoy Jesús en el Evangelio les dice, nos dice, a sus discípulos que vayamos al mundo entero y proclamemos el Evangelio. Ese mandato de id supone hacer el mismo movimiento que Jesús, agacharse para levantar. Agacharse supone un estilo de vida humilde y sencillo como el de Jesús desde Belén hasta la cruz. Agacharse supone estar atentos (observar y escuchar) a los caídos al borde del camino. Agacharse supone acercarse, parar, hacer el esfuerzo, tocar lo que nadie quiere tocar…

El Evangelio de este domingo nos dice que a los que crean les acompañaran unos signos. En el fondo esos signos expresan la fuerza que el Espíritu Santo nos da para enfrentarnos al mal. Al mal que tumba y del que hay que levantar.

Por último, la fiesta de la Ascensión nos recuerda que quien se entrega, como Jesús, asciende con Él. Nos invita a la esperanza, la valentía, la confianza…

Cabría preguntarse varias cosas ante este día y este Evangelio. ¿Mi vida realiza el mismo movimiento que realizó la vida de Jesús? ¿Cómo me agacho y sirvo? ¿Lo afronto con la esperanza de que la muerte (en cualquiera de sus formas) no es el final de mi camino?

Francisco Cruz Rivero ss.cc.