En el Corazón de Cristo: «Mirarán al que atravesaron»

Estamos en junio, mes en el que la Iglesia reserva un viernes para celebrar el amor de Dios simbolizado en el Corazón de Cristo. La imagen del corazón es muy evocadora para entender la relación con Dios afectiva y efectiva que buscamos con ahínco. El Corazón de Jesús tiene una larga historia en la tradición de la espiritualidad cristiana y podemos percibir cómo ha enriquecido y concretado la fe de mucha gente y a la familia de los Sagrados Corazones de forma carismática especial. En este momento del año la llamada que recibimos es a intensificar y acoger la invitación de nuestra fundadora Enriqueta Aymer para hacer silencio, mirar interiormente la vida, las actitudes y sentimientos de Cristo permaneciendo en su Corazón. Nos invita a “saborear a Dios en el viaje de la vida»

En este viaje hacia Dios, hacia el absoluto y Señor de nuestras vidas, el gran coach es Cristo con sus maneras surgidas de un CORAZÓN que no se cansa de amar. En esta Fiesta sentimos que formamos parte de aquellos que “MIRARÁN AL QUE ATRAVESARON” (Jn 19,37) y nos llena de su amor y pasión por la humanidad.

Así miremos, contemplemos y hagamos fiesta con nuestras maneras particulares:

Adorando el Corazón de Cristo que llena de esperanza e impulsa a salir de una misma y soñar la fraternidad de los abrazos a los tan diferentes y tan iguales a mí.

Permaneciendo en el Corazón de Cristo y experimentando que el “Corazón de Jesús es fortaleza, refugio y apoyo” (Enriqueta Aymer). Experiencia que merece ser compartida y contagiada. El Amor se contagia y multiplica más que la pandemia vírica que sufrimos.

Adentrándonos en el Corazón de Cristo para superar los propios pecados, límites y disfrutar la entrega por nosotros de Dios en Cristo su Hijo.

Mirando al Corazón de Cristo para simplificar nuestra vida y “correr la carrera de la vida” ligeros de equipaje y llenos de sueños de fraternidad.

Deseando habitar en el Corazón de Cristo para que su calor transforme la frialdad y con la certeza de que algún día “seremos como Él” (1Jn 3,2)

Acompañándonos del Corazón de Cristo que entrena en el conocimiento y la relación amorosa con el Padre Dios, con el ABBA.

Abrazando el Corazón de Cristo para que la incomprensible violencia e injusticia de parte de la humanidad no empañen la posibilidad de creer en el Buen Dios que en Cristo “vino para rescatarnos de toda clase de maldad y adquirir un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras” (Tit 2,14)

Mercedes Bayo ss.cc.