ESCUCHAMOS ATENTAMENTE
“Porque de los que son como niños es el Reino de Dios” (Mc 10,14)
¿Abrazas al niño que llevas dentro?
En cada persona vive escondido un niño. Detrás de su apariencia, detrás de sus responsabilidades, detrás de las prisas o del espejo, detrás de la tristeza o de la sonrisa entre irónica y escéptica… permanece un niño que siempre está ahí, que desea brillar con nueva luz.
Un niño que querría estar entre sus padres, que disfruta con la nieve, que lucha contra las olas del mar, que sueña con balones de fútbol y con galletas de chocolate. Un niño que ayuda a una anciana a cruzar la calle, que deja a un pobre el dinero que tenía ahorrado para ir al cine, que dice a mamá que sí cuando le pide que vaya a lavar los platos, que tiene los juguetes fuera de sitio pero que promete que mañana su cuarto estará “perfecto”.
Un niño que piensa que los grandes son buenos, que los amigos merecen lo mejor a la hora del trabajo y del juego, que los profesores enseñan cosas importantes para la vida.
Un niño que llora cuando ve a otros niños sufrir por culpa del hambre o de la guerra. Un niño que desea la llegada de un mundo nuevo. Sin armas ni violencia, sin odios ni racismos, sin rencores que corroen el alma y matan de amargura, sin pobreza que deja a tantos niños y a tantos padres y madres sin el pan de cada día…
Un niño que también pide perdón, porque tiene sus rabietas, porque piensa mucho en sus cosas, porque ha dado más de un disgusto a papá y a mamá, porque ha pegado a su hermano más pequeño, porque no quiso comer la comida preparada con tanto cariño.
Un niño que está allí, dentro, deseo de vivir y de amar, soñador de esperanzas y de cielos, de cariño para dar y recibir. Un niño que tiene todo el Amor del Padre, que ha sido salvado por el Hijo, que goza de la compañía del Espíritu Santo. Un niño que hoy, quizá, rompa perezas y aparezca, con una sonrisa limpia y un amor más fresco”.