Anda… ven y sígueme (10-oct)

Muchos de nosotros conocemos a Dios desde pequeños. Nuestras familias en ocasiones, han sido las que nos hablaron de Jesús. Las abuelas insistentemente para algunos, nos dieron noticias de ese “Señor”. A veces las fiestas de tu ciudad o pueblo te recordaban que Dios estaba por aquí. Gracias a eso y luego a tu parroquia o colegio, seguías profundizando en la religión o estabas en el ambiente de Dios. Quizás aún no te ha pasado, pero has de saber que te ocurrirá. Como uno sea sincero con uno mismo y empiece a ser sincero para con Dios, te pasará lo que a este rico. Antes o después, Cristo te mirará de frente, con cariño, y te pedirá que lo dejes todo por Él.

Cuando eres pequeño Dios esta entre tus cosas. Con más años Cristo es importante. Con algunos más te parecerá incluso que Dios es lo más importante… todavía no eres cristiano. Aunque estés mucho tiempo en la parroquia, en un voluntariado, aunque tengas tus rezos y ritos… hasta que no dejas todo por Dios: no eres cristiano. No se trata de tener tu vida, tus estudios, tu carácter, tu pareja y tratar de acoplarlo al “estilo cristiano”. Se trata de relativizar todo eso y que sea Dios quien te diga quién es tu pareja o no; cuál es tu carácter o no; dónde y con quién debes vivir. Como hemos dicho muchas veces: no se trata de construir tú la tarta y decirle a Dios “ayúdame” como guinda final. Se trata de que Él te fabrique a ti y te haga del sabor, del esfuerzo, de la manera de vivir que Él tenga pensada para ti.

Antes o después te pasará. A todos nos pasa a poco que queramos ser de verdad cristianos. No se trata de confesar que Dios existe, sino de creer que su amor es lo más poderoso y lo que más puede transformarte. A unos esa mirada de Cristo les llegará muy pronto; a otros tarde. A unos en la paz; a otros en el conflicto. Cuando llegue Cristo a mirarte te lo pedirá todo. A algunos eso le parece violento, fuerte, una “pasada» desagradable, un gran sacrificio. A los que han degustado el amor de Dios, no comprenderán qué hay de sacrificio en esta cruz. No entenderán que por lo menos Dios me pida la vida. Eso no es un castigo; es mi plenitud, mi salvación, el único sitio desde el que me entiendo.

Atrévete a recibir la mirada de Jesús. Te calmará, te encontrarás, le encontrarás. Solo tienes que confiar de verdad en su Amor. Debes saber que Cristo nunca te pedirá algo que no puedas pasar con Él. Pero has de saber que si le has visto, si te ha hablado, nunca encontrarás algo que te llene tanto como su mirada, como su presencia en ti. Ese será el día de tu Antiguo o tu verdadero Nuevo Testamento donde todo comenzará en tu vida, donde todo se explicará.

Y esa llamada es más que una llamada ética, (cumplir los mandamientos), más que una llamada racional (cuál es mi siguiente paso)… es una llamada por amor, como la mirada de Jesús al rico. ¿Dejarás que Jesús te quiera? ¿Dejarás que te una a su vida?

Después de decirle a Él que sí, ya nada será igual y todo sabrá mejor. Si no le encuentras sabor ni a tus éxitos (tus riquezas) es que quizás ya le dijiste que no.

Anda dime ¿Ha venido Jesús a mirarte, a pedirte, a amarte?

Silvio Bueno ss.cc.