Adiós Pretty Woman

Últimamente en Netflix han empezado a petarlo las series de mujeres resilientes, mujeres heridas por la vida, pero, a la vez, llenas de talento, me refiero a la historia de Gambito de Dama y de La Asistenta. Quizás por fin hemos superado el icono de Pretty Woman esperando un Richard Gere que venga a sacarnos de la calle o, peor todavía, un George Clooney que te ofrezca un Café (What Else?).

La asistenta, que la tengo muy reciente, es cruda, angustiante, de esas que te quitan la vista de la pantalla, no porque sean desagradables sino porque son demasiado reales, tocan esa parte de nosotros que ha sufrido mucho, que teme el abandono, que conoce alguna forma de maltrato, de abuso o de violencia, ese niño o esa niña indefenso o llena de miedo que cada uno nosotros llevamos dentro. Su pasado irrumpe continuamente en el presente, abundan flash backs que son confusos, es como si el dolor se fuese revelando poco a poco como una foto polaroid, parece que la historia se repite.

¿Quién quiere ver estas series? No triunfan solo porque nos sintamos reconocidas sino porque, desde el inicio, respiramos esperanza. No hace falta que nadie nos salve la vida como Pretty Woman, pero sí, como en estas historias necesitamos, a alguien que te haga sentirte en casa quizás por primera vez, para levantarte por ti misma, confiar en tus recursos, en tu singularidad, poder respirar hondo, vivir por fin el presente sin la sombra oscura del pasado. Necesitamos de esos vínculos que nos sanan porque nos llenan de dignidad. Estas series van de mujeres que ayudan a otras mujeres a ponerse pie. Heridas que ayudan a otras heridas.

¿Los cuentos de Hollywood están cambiando? En este tiempo de Adviento quizás no sea en las historias bonitas donde hay que encontrar la esperanza y la alegría, sino a las afueras, en las vidas que luchan por nacer de nuevo.

María García Olloqui ss.cc.