Buenos días. Comenzamos el día, poniéndonos en presencia del Señor. En el nombre del Padre, del Hijo, del Espíritu Santo. Amén.
A continuación, leemos este fragmento de los Hechos de los apóstoles:
“Pablo se marchó de Atenas y se fue a Corinto. Todos los sábados, Pablo discutía en la sinagoga, tratando de persuadir a judíos y a griegos, testificándoles que Jesús era el Mesías. Pero los judíos se opusieron a Pablo y lo insultaron, entonces éste se sacudió la ropa en señal de protesta y les dijo: «¡Caiga la sangre de ustedes sobre su propia cabeza! Estoy libre de responsabilidad. De ahora en adelante me dirigiré a los gentiles.»
Una noche el Señor le dijo a Pablo en una visión: «No tengas miedo; sigue hablando y no te calles, pues estoy contigo. Aunque te ataquen, no voy a dejar que nadie te haga daño, porque tengo mucha gente en esta ciudad.» Así que Pablo se quedó allí un año y medio, enseñando entre el pueblo la palabra de Dios.” Hechos, 18, 1-18