¿Qué puedo hacer por mí? o ¿qué puedo hacer por ti? (17-oct)

Pobres Santiago y Juan, hay que ver la que les cayó encima por hacer la pelota; los que lo somos un poco los reconocemos a la legua y por ello empatizamos fácilmente con el texto.

Bromas aparte, parece que la petición de los hermanos no es nada descabellada ni está lejos de lo que cualquiera de nosotros puede pedir en la oración: “Jesús, quiero estar cerca de ti”. Pero la realidad es que la cercanía de Jesús es arriesgada. Sí, caminar con Jesús implica llegar donde otros no llegan, estar con los que pocos quieren estar y hacerlo del modo en que nadie lo hace.

El seguimiento pensado de esta manera parece que nos envía a la soledad, pero Jesús llama a los doce para dar la clave de lo que está intentando decir. Para seguirle tenemos que caminar juntos, y no podemos dejarnos llevar por el reconocimiento o los deseos de grandeza. Estos nos hacen grandes por fuera, pero pequeños por dentro. Así sucede con los que hacen la pelota, su nota se hincha, pero su conocimiento de la materia es muy pequeño.

La relación que Jesús quiere tiene que ver con el servicio desinteresado y desde abajo, como último y para los últimos. Un servicio que no pide, sino que da y se entrega porque ha entendido que eso es estar con Jesús. Esta actitud se nos muestra desde el principio de la lectura, con la pregunta de Jesús: “¿Qué queréis que haga por vosotros?”; frente a otra actitud, la de los interesados (Juan y Santiago), que le dicen: “queremos que nos hagas lo que te vamos a pedir”.

¡Qué suerte, Santiago y Juan! que, tras la muerte de Jesús, aprendieron a dejar los egos a un lado y a vivir hasta el final, diciendo: “Señor, ¿qué puedo hacer por ti y por los tuyos?”.

Tomás Esquerdo ss.cc.