Semana 6 – 10 de junio

Lunes 6 de junio

Comenzamos nuestra oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Ayer domingo, tras los 50 días de Pascua, la Iglesia celebra la fiesta de Pentecostés, que hace memoria de la llegada del Espíritu Santo a los discípulos que llega para quedarse para siempre como fuerza, aliento, y soplo de vida para vivir cada día.

Leemos el Evangelio de ayer:

AL anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo: «Paz a vosotros». Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo». Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».

Terminamos leyendo juntos esta oración:

Espíritu Santo, envíanos tu fuerza, tu luz, tu soplo de vida,

para que seamos capaces de compartir la paz que tú nos traes

y hagamos juntos de este mundo un espacio más habitable, humano y justo para todos.

Que la fuerza que de ti nos llega, la usemos para hacer el bien entre todos.

Martes 7 de junio

Comenzamos nuestra oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

En la oración de hoy, vamos a colarnos en una clase diferente. El vídeo que vamos a ver es una escena de la película “Cadena de favores”. Piensa, mientras ves el vídeo, que eres un alumno de esa clase. Déjate interpelar por lo que allí sucede.

¿Eres capaz de coger el testigo?
¿Qué espera el mundo de ti?

Rezamos un Padre Nuestro

Miércoles 8 de junio

Comenzamos nuestra oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. La oración de hoy la haremos de la mano de Esteban Gumucio, que fue un religioso chileno de la Congregación de los Sagrados Corazones. Se ha propuesto a Roma que sea canonizado (nombrado santo de la Iglesia Católica). Esteban destacó en su vida por tener una sensibilidad especial para percibir a Dios en lo cotidiano y saber transmitirlo a otros mediante la poesía. Pidámosle a Dios hoy, que como Esteban, nos enseñe a ser capaz de percibirle en las personas y tareas que tenemos entre manos:

Oración de Esteban Gumucio

No es cosa fácil, Señor,
no es cosa fácil,
ser justo, honesto y leal,
ser honrado y respetar
el compromiso jurado,
decir siempre la verdad,
no vivir acomodado
al sentir de los demás.

No es cosa fácil, Señor,
conservar el corazón,
reconquistar cada día
un pedacito de vida
para poderlo entregar.

No es cosa fácil, Señor,
querer seguir tu sendero,
dejar las redes primero
y ponerse a caminar.

Pero al seguir caminando,
paso a paso por tu huella,
descubrí que era muy bella
esta difícil tarea.

¿Qué necesito que sea cambiado en mí?
¿Cómo puedo ayudar hoy a que el Reino de Dios se construya un poco más?

Jueves 9 de junio

Buenos días, para comenzar la oración de hoy nos ponemos en presencia del Señor, en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.

REFLEXIONA

Hay quien tiene un don especial para meterse en la piel de los demás. Y quien lo tiene para convertir la vida en canciones. Rozalén es una de esas personas que ha sabido aunar ambas cosas. En la canción Vivir, interpretada junto con el dúo Estopa, refleja y nos adentra en la experiencia de dolor de muchas mujeres, sus hijos y sus familias. La letra recoge testimonios de distintas pacientes de cáncer con las que la cantautora se reunió durante varios meses.

Pero no es una canción triste en absoluto, porque transmite mucha alegría y energía vital. Está llena de profundas convicciones y rezuma esperanza. En el vídeo aparecen ellas, las mujeres, sus hijos y familiares cantando y proclamando a los cuatro vientos que la vida merece la pena y que no se puede vivir de cualquier manera. Pequeñas píldoras de optimismo y grandes dosis de luz que han nacido de muchas desolaciones y noches oscuras.

Escuchar, una y otra vez, sabias lecciones de vida: poner el contador a cero, que no pase mucho tiempo sin hablar de lo importante, no hay tiempo para odiar, dar las gracias cada día, rechazar lo que no aporte nada o aprender a volar cuando alguien detenga nuestros pies… El reto que tenemos delante es ir añadiendo nuestras propias lecciones. ¿Cuál sería la tuya?

(Maite López)

 

Viernes 10 de junio

Comenzamos nuestra oración en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Hoy la Palabra que Dios nos regala tiene mucho que decirnos para nuestro día a día. Se nos cuenta el encuentro entre Dios y el profeta Elías. Con el lenguaje propio del Antiguo Testamento, en esta historia se nos recuerda que Dios habla y actúa en lo pequeño, a modo de “susurro suave”, ese que hay que estar atento para percibir, que acompaña sin hacer ruido.

ESCUCHAMOS LA PALABRA (DEL LIBRO DE LOS REYES)

En aquellos días, cuando Elías llegó a Horeb, el monte de Dios, se metió en una cueva donde pasó la noche. El Señor le dijo: «Sal y ponte de pie en el monte ante el Señor. ¡El Señor va a pasar!» Vino un huracán tan violento que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento, vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto, vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego, se oyó una brisa suave; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva.

REFLEXIONA

Ahí estaba el Señor. A veces esperamos que Dios se nos muestre “a lo grande”; a eso se refiere la lectura cuando habla de terremotos y huracanes. Esperamos acontecimientos de los que no podamos dudar para creer. Pero la Palabra es muy clara, e insistente. Dios habita lo cotidiano, las “brisas suaves”. Y es importante aprender a ver a Dios ahí. ¿Has tenido algún encuentro con Dios en cosas pequeñas? Haz memoria, seguro que puedes valorar y agradecer cosas que te sueles pasar por alto.

Terminamos rezando juntos esta oración:
Eres el Dios de lo normal,
de las horas tranquilas,
de las relaciones serenas,
de los gestos sencillos,
de las melodías familiares,
de las pequeñas alegrías
y de las renuncias discretas.