“JESÚS: EL BUEN PASTOR” (30 – abr)

Los primeros cristianos no tenían representaciones de Jesús. La cruz, era como una maldición que no se empezó a usar como símbolo de Cristo hasta el siglo IV. Por otra parte, las persecuciones hacían que los cristianos, en los primeros siglos, se mantuviesen ocultos sin detalles que les delatasen. Además, ¿Cómo significar la novedosa presencia de Cristo como resucitado? Algunas generaciones de creyentes comenzaron a utilizar una imagen difundida en el mundo clásico: un joven pastor. Existió una literatura (bucólica se llamaba) que ensalzaba la vida de aquellos que se retiraban a los bosques y campos, para buscar la paz, para recomponer el corazón de alguna herida, para vivir auténticamente… Esta circunstancia propició que hubiese figurillas, imágenes de un pastor bueno. Nuestros primeros cristianos en la fe, usaron estas imágenes como trasunto de la presencia de Cristo resucitado. Así recordaban a Jesús y pasaban desapercibidos. 

Este pastor siempre aparecía joven como si la muerte y el tiempo no pudieran deformar su rostro y de esa manera prefiguraban la resurrección. Normalmente estas imágenes presentaban al pastor cargando una oveja o cordero.

 Y los cristianos recordaban como el Señor era el Buen Pastor que buscaba a la oveja perdida, sola, en peligro, arriesgando su vida por salvarla. Así se sentían cada uno de los nuevos convertidos y así lo decían los evangelios.

Pero además ese ir de Dios por la persona abatida y alejada por el mal, recordaba dos aspectos de la bondad de Dios. En primer lugar, la encarnación: que Dios vino al mundo para buscarnos. En segundo lugar, como complemento de la venida de Dios, la bajada a los infiernos. El sábado santo, con Cristo muerto, la Iglesia contempla y celebra que Jesús bajo a los infiernos para rescatar a los vencidos por el mal; que abrió las tumbas; que rescató como efecto ya de su bondad y la resurrección, a los que estaban apresados por el mal. Así, ese cordero encima de los hombros del Buen Pastor recordaba como en la vida y en la muerte, Jesús -que te conoce, que te quiere y que te mira siempre- está dispuesto a ir por ti, a quererte y rescatarte sea en la situación que sea.

Cristo se identifica con el Buen Pastor en el evangelio, pero en las lecturas de este domingo existe otra curiosa metáfora. “Yo soy la puerta” dice a los discípulos y las autoridades religiosas que le ponían en duda. Ciertamente en Andalucía, en España y en la cuenca mediterránea, con las ovejas y otro tipo de ganado, los apriscos, los rediles son un recinto para reunir al ganado que tienen una pequeña puerta. Es pequeña para que el pastor pueda identificar y contar a cada una de las ovejas de su rebaño y efectivamente poniendo su cuerpo humano en el hueco, él se convertía en la puerta. Así les defendía de animales que entrasen por la noche y podía atender a cada una de las “cabezas” que pasaban por él. Quién intenta entrar por otro sitio, quien mira por encima de los muros… no es de Cristo. Tener fe, ser cristiano es entrar por Jesús, entrar por su cuerpo: su historia -las escrituras-; su presencia -la eucaristía-; su redil -la comunidad. Algunos queremos saber de Jesús, estar en su ambiente, pero no pasar por su cuerpo, por su corazón. Somos mirones del rebaño de Jesús, pero no realmente participantes de su vida. Sin embargo, solo Jesús, te conoce del todo, te ama del todo, se da del todo por tu existencia estés donde estés.

Muchos de nosotros somos también catequistas, animadores, o simplemente amigos, compañeros o parejas de otras personas. ¿Cómo ser buenos pastores con ellos?

También las primeras generaciones de cristianos vienen en ayuda nuestra para aclararnos como era Jesús Buen Pastor y cómo podemos llegar a serlo nosotros.

Las primeras generaciones de cristianos decían que Jesús era Buen Pastor porque sabía ser también cordero y pasto. Buen Pastor porque te busca, te orienta, te sugiere el camino de vuelta, carga contigo exponiéndose a peligros por ti. Pero también Cristo sabe ser cordero: sabe, no solo enseñar sino compartir tu sufrimiento. Por la encarnación Cristo se hizo uno de tantos y conoce nuestras debilidades, pasos y sentimientos antes de cualquier prescripción u orden. Por último, este Buen Pastor se hizo pasto, alimento en la eucaristía. Para no solo hablarte de qué se debe hacer, sino fortalecerte con su presencia para desde dentro de ti, con tu cuerpo, pero con sus fuerzas, ponerte en camino.

También tú, como animador, como amigo, como persona relevante en tu ambiente, debes saber conjugar estás tres dimensiones: ser Pastor: hablar cuándo se debe, no callarte la verdad, buscar caminos y buscar a quien te necesita, esclarecer lo que orienta y lo que despista, ser claro remitiendo al Señor. Pero se te pide que seas cordero: que comprenda lo que les pasa a tus catecúmenos, a tus hermanos, a tus amigos. Que te sientan como alguien que recorre el camino contigo. Que no solo tienes palabra sino corazón para sentir con ellos. Mostrar que tú también tuviste o tienes que recorrer el camino de los sentimientos de miedo, desasosiego o culpa paralizante. Pero que tú, estás con ellos, sientes con ellos. Por último has de ser pasto, alimento: el Señor se hizo eucaristía tras el trigo molido para el pan o el vino ,representación de la sangre. A veces, tu sacrificio gratuito, solo por el amor a las personas y a la verdad de Cristo harán ver a los otros que tu vida es ejemplo y alimento. Que tú ofreces una alternativa que has transitado antes o te has sacrificado por otros antes. Tu vida será el alimento: de tu pareja, de tu grupo de fe, de tus amigos… quizás de tus enemigos.

Ser pastor, cordero, y alimento: eso hizo Jesús por ti. Y no murió, sino que dio vida. Sé tú también Buen Pastor para los que Dios te acercó: Ellos y el Señor esperan tu corazón; tu entrega.

Silvio Bueno ss.cc.