Un par de discípulos que iban camino de Emaús, se les acerca una persona, el propio Jesús, y les pregunta qué ha sucedido en Jerusalén, de lo que ambos iban hablando.
Los discípulos le relatan el prendimiento, la pasión y muerte del nazareno. pero es Jesús mismo quien les explica el sentido de lo que ha pasado y su conexión con lo que anunciaron los profetas..
Así lo cuenta el evangelista Lucas:
«Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo: «Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída». Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista. Y se dijeron el uno al otro: «¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?». Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once (…) Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.»
REFLEXIÓN
Jesús salió al encuentro de esta pareja de discípulos por algo: Él tuvo que devolverles la confianza y lo hizo con gran amor… y les abrió los ojos hasta que se dieron cuenta de que era el Señor: por medio de su palabra y por medio del signo de la Fracción del Pan. Los dos discípulos que caminaban hacia Emaús se encontraron con los ojos de la fe iluminados, que les fue regalada; pasaron de andar cabizbajos y sin futuro, a estar envueltos en gozo y alegría, ya que habían reconocido al Señor. Todo cambió para ellos, hasta el ánimo para salir a hablar del que ha vencido a la muerte. ¿No crees que Jesús puede hacer lo mismo contigo hoy?