2020-2021: El curso de la incertidumbre en el Colegio de Torrelavega

Finalizado el curso escolar más atípico de cuantos hayamos vivido hasta el momento, un profesor, un colegio y una madre de familia quieren compartir con nosotros su experiencia, algunos momentos de cómo lo vivieron ellos.

EL PROFESOR

Septiembre de 2020. Colegio Sagrados Corazones de Torrelavega. Desde que se inició el curso las normas se han multiplicado por la dichosa pandemia. Mandan los protocolos. No hay lugar para la improvisación, para salirse un poco del guion. Todo está bajo control: qué hacer, por dónde moverse, con quién convivir, dónde jugar, cómo actuar, cuándo comer o a quién acudir. Desde que nos tomamos la temperatura a primera hora de la mañana hasta que nos vamos a casa una vez finalizada la jornada las normas nos tienen a todos como constreñidos, encorsetados, encogidos, afligidos y apocados. Flechas por el suelo, por ahí “prohibido el paso”, no te mezcles con aquellos, ¡hasta el patio está vallado! Y el gel, la mascarilla, el lavado de manos, limpiarse los zapatos, y en la fila todo el día para desplazarnos.

Pero un día todo cambió por un rato. Era martes. El patio estaba desierto y lucía el sol en lo alto. Teníamos Educación Física a última hora, justo antes de marcharnos. Les dije a los niños que la clase iba a consistir en juego libre por todo el patio. Y comenzaron los juegos, las risas, las carreras y los saltos. Ellos, encantados. Yo, expectante, controlando. Dos niñas se separaron del resto. 3º de Primaria. 7 y 8 años. Las vi que algo comentaron. Y de repente, comenzaron a correr con los brazos extendidos por aquel inmenso patio: por la zona de columpios, por el bosque, por las pistas, por el patio cubierto, por la zona de los pequeños… riendo y gritando. No se lo creían. Se miraban. Se reían. Me preguntaban que si por allí también podían. Yo asentía. Y volvían a mirarse. ¡Y no se lo creían! Llegaron al otro extremo del patio y, ya de vuelta, en la mesa de piedra se tumbaron. Terminamos la jornada sentados en el suelo escuchando su experiencia. Nos contaron lo que habían hecho: habían estado disfrutando del patio del colegio. Aquello me emocionó. ¿Me estaré haciendo mayor? Y mientras ellos se ponían en fila para hacer bien la salida miré a mi alrededor y juraría que desde la distancia el Dobra me sonrió.

Fernando del Río Ruiz de la Prada.
Profesor de Educación Primaria.

EL COLEGIO

13 de marzo de 2020,
fecha de triste recuerdo.
Aquel viernes prolongaste tu jornada
y te fuiste para casa con incertidumbre, con miedo.
Lo decía tu mirada. Pude verte por dentro.
Y a pesar de todo ello,
en el libro de mi historia
brilla con luz propia
una página escrita por ti y por tus compañeros.
Yo quedé desierto. No volvimos a vernos.
Pero desde casa continuaste dando vida a nuestro Proyecto.
Y aquí sigues, dando lo mejor de ti.
Por eso, mi agradecimiento.
Que formes parte de mi claustro
es para mí un privilegio.
Recibe un abrazo fraterno,
tu colegio

LAS FAMILIAS

Ha pasado algo un año y medio desde que el mundo se paralizara por la COVID-19. Una enfermedad nueva y desconocida que nos obligó a encerrarnos en casa con miedo e incertidumbre por lo que pudiera pasar. Nos fuimos dando cuenta de la gravedad de la situación día a día, adaptándonos a todos los cambios que iban surgiendo. Nos separamos de nuestras familias sin saber cuándo nos íbamos a poder juntar otra vez, sin saber si nos contagiaríamos… porque la vida seguía y teníamos que ir cada día a nuestros trabajos, con el miedo a contraer la enfermedad en cualquier momento.

Con el comienzo del colegio en septiembre, ni el miedo ni la incertidumbre se habían ido. Quizá, ese miedo se había incrementado al pensar que nuestros hijos se podían contagiar, pero al mismo tiempo estábamos tranquilos ya que sabíamos que el colegio estaba desde el inicio de la pandemia adoptando todas las medidas necesarias para una vuelta al cole lo más segura posible. Tuvimos que asumir cambios a nivel laboral para poder organizarnos con los nuevos horarios escolares y toda esta situación unida a la preocupación constante, hacía que los sentimientos de angustia y descontrol aumentaran.

Empezó el curso, y tenemos que reconocer que nuestras expectativas eran muy bajas. Lo habíamos hablado mucho y pensábamos que en un mes tendríamos que volver a “meternos en casa”. La incidencia del COVID-19 a nivel nacional era alta y estábamos entrando en la “segunda ola”. Desde el colegio se había implantado un estudiado y riguroso protocolo anti-covid, esencial para la protección de alumnos y profesores. Nuestros hijos se tuvieron que adaptar a unas medidas que eran ajenas a la idea que ellos tenían de lo que era el colegio, pero aun así, iniciaron el curso con la misma ilusión. Todos esos cambios, al principio, para ellos eran incomprensibles. Las mascarillas y la distancia social era lo que menos les sorprendía, pero los grupos burbuja, el no poder relacionarse con compañeros de otras clases, sentarse en mesas individuales cuando estaban acostumbrados a trabajar en grupos, los recreos “perimetrados”… les supuso todo un reto que aceptaron sin protestar y con una madurez admirable para su corta edad. Todo un ejemplo para el resto de la sociedad.

Pasó el primer mes, el segundo… y aunque sí que hubo algunos casos aislados, se fueron gestionando muy bien, sin problemas en la transmisión y siguiendo todas las pautas que estaban establecidas. La actividad escolar fluía con normalidad, aunque echábamos en falta el contacto presencial con los tutores que debido a esta “nueva normalidad” no hemos podido tener.

Y aquí estamos. Hemos conseguido acabar el curso, un curso difícil, ya que sabíamos cómo empezaba pero no cómo iba a acabar. Se ha superado con nota alta, tanto a nivel del profesorado como a nivel de los alumnos y de las familias. Creo que ante todo ha primado la responsabilidad y el sentido común. Tenemos que agradecer a la Dirección del colegio, profesores y trabajadores del centro, la profesionalidad con la que han actuado durante todo el año.

Podemos definirlo como el curso de la incertidumbre y de la adaptación. Aunque no hemos acabado con la COVID-19, nos atrevemos a decir que estamos cerca de conseguirlo. Volveremos a iniciar el curso 2021-2022 con la misma ilusión, sin saber si será como el curso pasado distinto, pero con la esperanza puesta en que pronto recuperaremos la vida antes de la pandemia.

Carmen Acebal Álvarez.
Enfermera y madre de dos alumnos de Ed Infantil y Primaria.