REFLEXIONA
Mirad esta imagen. Es una playa bonita, ¿verdad?. Parece un lugar interesante para visitar. Tal vez ir de vacaciones. Es la playa de Ali Hoca Burnu, en Turquía. ¿La conocéis? Posiblemente diréis que no. Y sin embargo fue muy famosa en septiembre de 2015, seguro que vosotros mismos sí que visteis fotos de esta playa en ese momento. Pero ya nos hemos olvidado de lo que sucedió allí.
Dejadme que os cuente por qué esta playa fue tan famosa. Tan tristemente famosa. Había una vez un niño… Era sirio pero podía haber sido mi hijo, tu sobrino, tu primo o un compañero del colegio. No vestía con harapos. Llevaba los zapatos que venden en la tienda de la esquina, la camiseta roja del parque de atracciones y el pantalón corto que heredó de su hermano, como cualquier niño de nuestro colegio.
Se llamaba Aylan Kurdi, tenía tres años. ¿Seguis sin acordaros? Las agencias de noticias hicieron famosa su foto al medio día del 2 de septiembre de 2015 y se expandió por internet como sólo saben expandirse las malas noticias. A las pocas horas ya habían reaccionado activistas, tertulianos y líderes mundiales. «Es una tragedia y una interpelación para ayudar a los refugiados». «Estamos profundamente conmovidos», decían todos. “Esta crisis nos concierne a todos». No podemos ser indiferentes, decían. La propaganda política funcionó a toda máquina. Todos prometieron medidas urgentes para acabar con el drama y todos dijeron «nunca más».
Pero en esas playas nada se hizo. La movilización prometida por esos líderes europeos no llegó nunca. Días después una embarcación de madera llena de familias se vino a pique en un lugar cercano. Los escasos medios de rescate, unidos a los pescadores de la zona, consiguieron salvar sólo a la mitad de las 300 personas que viajaban hacinadas. Otro drama evitable. Y siguió, ¡sigue!, pasando otras veces, pero las lágrimas ya estaban derramadas y las declaraciones se olvidaron pronto.
Y hoy escuchamos las palabras de Jesús: “fui extranjero, y me acogisteis” (Mt 25,35). Suenan un poco fuera de lugar, ¿verdad? Como si no fueran con nosotros. Nos hemos hecho unas murallas tan grandes, nuestro olvido para este tipo de noticias es tan rápido que no pensamos que eso que dice Jesús esté dedicado a cada uno de nosotros. Además, siempre podemos protegernos mentalmente con tantas razones… sociales, económicas, culturales…
Pero ante la visión del sufrimiento de personas como tú y como yo, que no han merecido un destino tan cruel, si tenemos un corazón mínimamente sensible, todas esas murallas se derrumban. Nadie debería pasar por algo así. Nadie.
Ya es tarde para Aylan Kurdi y su familia pero aún no lo es para las miles de personas que siguen viviendo este tipo de drama. Aún estamos a tiempo de proteger a mucha gente de los abusos, de la violencia, de la incomprensión que sufren huyendo de la pobreza, de la guerra. Tan sólo buscando un sitio mejor en el que poder vivir su vida. ¿Qué vamos a hacer al respecto? ¿Se nos olvidará tan rápido como olvidamos la historia de Aylan? ¿Seremos capaces de entender que “nadie pone a sus hijos en un barco a no ser que el agua sea más segura que la tierra”? ¿Vamos a hacer algo para seguir las palabras de Jesús y acogerle hoy en día en las personas que se acercan a nosotros buscando seguridad, buscando un futuro mejor?
Pidámosle a Dios que nos ayude a contestar estas preguntas. Recemos juntos el Padrenuestro.
Primera parte basada en un texto de Alberto Rojas (EL MUNDO).
Cita del poema ‘Home’, de Warsan Shire